Resumen: Chile destina un alto esfuerzo financiero a educación (7,3% del PIB, sobre la OCDE), pero con una asignación desequilibrada: sobreinversión en educación superior (2,5% del PIB vs 1,4% OCDE) y baja prioridad a la primera infancia, donde los retornos son mayores. La comparación con Bulgaria —país de ingreso y desarrollo similares— refuerza el diagnóstico: pese a gastar históricamente más, Chile ha perdido ventaja en gasto por estudiante y no logra mejores resultados en pruebas PISA. A ello se suma que el sistema tributario y social apenas reduce la desigualdad. El problema no es cuánto se gasta, sino cómo: privilegiar etapas tardías perpetúa brechas y limita la productividad futura; reorientar recursos hacia primera infancia, educación básica y calidad docente es clave.
Maximiliano Villalobos
1 de septiembre del 2025