En un contexto tan desafiante como el que Chile podría enfrentar entre 2026 y 2030 -marcado por urgencias en materia de seguridad pública, inmigración ilegal descontrolada y estancamiento económico persistente- resulta comprensible que los debates políticos y técnicos se concentren en restaurar el orden, estabilizar la economía y restablecer confianzas básicas en la convivencia nacional. Pero sería un error grave -y a largo plazo, muy costoso- dejar al margen de esa agenda a la actividad cultural.
Álvaro Pezoa B.
01 de diciembre del 2025